Esta joya panameña brilla por sí sola. El archipiélago de San Blas cuenta con 365 islas; la mayoría deshabitadas.
Las demas son administradas por indígenas de la etnia kuna, integrantes de la comarca Kuna Yala
que habitan esta área de casi 200 kilómetros, ubicada en la costa norte panameña.
Su recorrido es un viaje de casi dos horas y media, desde Ciudad de Panamá, a bordo de una camioneta 4 x 4.El primer tramo del camino, de casi hora y media es tranquilo. Pero luego es montañoso, hay curvas y partes inclinadas; a veces se sienten vacíos y movimientos como de montaña rusa.
Tras el movido viaje se llega a un rústico muelle –en el puerto de Cartí–, donde cientos de viajeros se embarcan a diferentes islas. Mientras la lancha avanza, durante casi una hora, a lo ancho del mar se pueden ver pequeñas poblaciones de indígenas que viven en chozas elaboradas con paja y pencas; telas de colores colgantes y canoas descansando en el agua.
Camisas de mola (tejido típico panameño), faldas anudadas a la cintura, collares y anillos dorados
pañoletas en la cabeza, una argolla en la nariz y tobilleras y pulseras de chaquiras, y se dedican a las labores de la cocina.
San Blas es uno de esos secretos que poco a poco empiezan a revelarse entre recomendaciones de mochileros y viajeros que buscan destinos vírgenes, libre de ruido, ni de fiesta. Así que si buscan un lugar auténtico para descansar y conectarse con la naturaleza, vayan a San Blas.
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